miércoles, 15 de mayo de 2019

Todo lo que he aprendido del bullying.

Este post es complicado, en un principio iba a hacer tres entradas diferentes sobre el bullying pero creo que se relacionan tanto entre ellas que con una larga queda mejor recogido. El acoso escolar es un tema que está a la orden del día, todo el mundo habla de él y todo el mundo parece saber de que va el tema. A nivel profesional y quizás por influencia personal, es un tema que a mí me interesa especialmente por lo que creo que no hablar sobre acoso en este blog, por muy abandonado que esté, está fuera de lugar. 

Mi trayectoria con el acoso ha sido bastante variada y la idea de esta entrada es recoger todo lo que he aprendido desde todas las perspectivas en las que he convivido con él. 
Existe un amplio consenso en definir el bullying o acoso escolar como la situación de violencia mantenida de un escolar, o un grupo de escolares, hacia otro compañero al que convierten en su víctima habitual (Olweus, 1993). Citado en (Cerezo, Sánchez, Ruiz, & Arense, 2015)

Es decir, el acoso es violencia desde un menor o grupo de menores de forma reiterada hacia sus iguales. En base a esto, cualquiera podría observar y señalar una situación de acoso si se la encuentra, sin embargo, esto es más complejo de lo que pueda parecer.  Cuando hablamos de menores, especialmente en edades como la adolescencia, nos preocupan sus acciones y conductas y esto ha creado una enorme alarma social con respecto al acoso escolar llegando incluso a encontrar programas televisivos sobre el acoso... Esto, por supuesto, tiene su desventajas y sus contradicciones. 

La primera con la que me he encontrado en mi breve trayectoria en centros educativos (toda mi experiencia ha sido como alumna de prácticas) ha sido que todo conflicto entre dos menores se considere acoso por personas poco informadas... aquí es importante decirlo claro. Los Adolescentes tienen conflictos, discuten y no se llevan bien con todos sus iguales... Y no pasa nada. Que dos adolescentes (o dos menores en primaria) tengan una pelea, un conflicto o una discusión puntual, incluso aunque lleguen a agredirse físicamente, no significa que estemos ante un caso de acoso escolar. 

El acoso escolar tiene tres claves imprescindibles para ser identificado como Bullying: Reiteración, intencionalidad y desequilibrio de poder, esto no lo digo yo sino que ya lo definió Olweus en 1993. 

¿Qué significa esto? Pues que un caso de bullying no puede ser una pelea puntual sino que debe darse de forma reiterada durante un periodo de tiempo, entre las mismas personas. Además el agresor debe tener intención de hacer daño y el agredido tiene un sentimiento de inferioridad en la jerarquía social establecida frente al agresor que por cualquier motivo se siente más fuerte a éste. El agresor puede sentirse por tanto más listo, más fuerte, más popular, más mayor etc. 

Si estos tres factores no se dan en conjunto, no podemos hablar de acoso escolar, podemos hablar de dos menores que se llevan mal, de una pelea puntual etc. y estas cuestiones TAMBIÉN DEBEN SER INTERVENIDAS, pero no son acoso. 

Es por todos estos factores por los que me chirrió tanto en su momento la serie de Por 13 Razones, una serie que me habían descrito como "Una serie sobre bullying". Si no lo digo reviento, y como es mi blog lo tengo que decir: Por 13 Razones NO es una serie sobre acoso escolar, al menos no lo es en su primera temporada, que fue cuando más se vendió con este eslogan. Sin tratar de hacer spoilers en exceso: ¿Existe un agresor o grupo de agresores que planifiquen de manera intencionada las agresiones? ¿Actúan de forma reiterada alguno de los personajes? La serie va de 13 razones y cada razón es dedicada a una persona diferente. 

Por 13 razones es una serie buenísima para entender la adolescencia, especialmente si nos centramos en la adolescencia tal y como se vive en EEUU (creo que el contexto cultural varía enormemente) para entender las confusiones, emociones y preocupaciones de los adolescentes, para entender la magnitud de los problemas adolescentes y para reflexionar sobre lo mucho que deberíamos hablar y escuchar a nuestros adolescentes, pero no es una serie sobre Bullying. 

Una vez llegados a este punto, considero importante hablar de qué podemos hacer los adultos con respecto al acoso... No vamos a frenarlo a corto plazo pero podemos intervenir en algunos casos para mejorarlos, podemos prevenir y podemos ir paliándolo para reducirlo a largo plazo.  
A pesar de la opinión pública, mi experiencia es que los centros educativos han evolucionado enormemente en la intervención y la prevención del acoso. Cuando yo era niña se pensaba que el colegio no tenía nada que ver, cuando fui adolescente el centro empezaba a intervenir y ahora en los centros en los que he estado se interviene de manera bastante efectiva, principalmente porque se está dando con la clave para frenarlo, fomentar la empatía de los iguales, son los menores que observan el acoso, los espectadores silenciosos los que pueden frenar el acoso, dejando de mantener el silencio.

Sin embargo ¿Qué me salvó a mí? 

Durante la primaria yo viví una experiencia que hasta ahora nunca había llamado bullying y es que, mis factores como agredida no se corresponden con la descripción típica. 

En primer lugar existe una corriente ampliamente estudiada que establece que los agresores son menores con baja inteligencia emocional y nula educación emocional que no perciben la magnitud del daño que hacen cuya intencionalidad se basa muchas veces en reconomiento social o en luchar contra lo que creen que está en su contra, incluso se establece que algunos agresores lo son por encontrar el entorno educativo como hostil. El perfil tradicional es Chicos, con bajo rendimiento escolar y baja inteligencia emocional, pero actualmente se empieza a estudiar una corriente de la que no puedo hablar mucho porque apenas tengo información que habla de un perfil minoritario que se da más en chicas con rendimiento académico alto, buena relación con el profesorado y una inteligencia emocional alta que utilizan erróneamente para hacer daño. 

En Ambos casos es imprescindible, a mi parecer, la educación emocional, tratar las emociones en todos los ámbitos para saber gestionarlas, expresar nuestras emociones y esto se puede hacer desde pequeños y desde casa. En los centros educativos se empieza a instaurar este fenómeno, especialmente en las primeras etapas, pero en la familia también debemos hablar más sobre emociones, expresarlas y hacerlas visibles en el día a día. 

Además creo que es imprescindible que los adultos hablemos mucho con los adolescentes y con los niños que tengamos a nuestro alrededor, sobretodo en el ámbito familiar. Antes decía que mi perfil de víctima no se correspondía en algunos aspectos con la teoría, esto es porque yo jamás me callé, desde el primer conflicto en mi familia lo supieron, creo que porque mi respaldo familiar era y es muy fuerte. 
Aquí es donde creo que entramos los adultos, dentro del ámbito familiar hablar mucho, confiar, contarle cosas a los niños y adolescentes de nuestra familia puede ser clave para recibir lo mismo... y cuando recibimos, cuando nos hablan, no juzgar, no reprender, escuchar, abrirnos, mostrar apoyo... incluso en los errores, en los fallos... Practicar eso del amor incondicional y si el amor es incondicional como dice Bei Muñoz del blog Tigreteando "Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite". 

Creo que es lo principal que podemos hacer los adultos fuera de los centros, enseñar de emociones y de amor con el ejemplo, contar nuestras experiencias y nuestras emociones decir: Hoy estoy muy enfadado porque me ha pasado esto.... ¿Cómo estás tú? Interesarnos pero sin interrogar, dar y recibir de forma recíproca y crear un ambiente de amor fuerte para que sea refugio compartido en las situaciones complicadas. 

Eso y pensar que lo peor que nos puede pasar no es que nuestros hijos (sobrinos hermanos primos nietos etc) sean víctimas de acoso escolar, sino que es muchísimo peor que sean agresores, porque quien actúa con violencia, siente violencia dentro. 


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